¿De quiénes estaba hablando entonces Santiago? De los que tienen privilegios especiales de enseñanza en la congregación. En Efesios 4:11 leemos: “Y [Jesucristo, el cabeza de la congregación,] dio algunos como apóstoles, algunos como profetas, algunos como evangelizadores, algunos como pastores y maestros”. En las congregaciones actuales, como en las del siglo primero, hay puestos especiales de enseñanza. Por ejemplo, el Cuerpo Gobernante, que representa al “esclavo fiel y discreto”, tiene la responsabilidad especial de supervisar la enseñanza que se imparte en las congregaciones de todo el mundo. (Mateo 24:45.) Los superintendentes viajantes y los ancianos de congregación también tienen responsabilidades especiales de enseñanza.
¿Estaba diciendo Santiago a los cristianos con las debidas cualidades que no aceptaran el papel de maestros por temor a recibir un juicio más severo de parte de Dios? De ninguna manera. La función de anciano es un gran privilegio, como se indica en 1 Timoteo 3:1, que dice: “Si algún hombre está procurando alcanzar un puesto de superintendente, desea una obra excelente”. Uno de los requisitos para que un hombre sea nombrado anciano es que esté “capacitado para enseñar”. (1 Timoteo 3:2.) Santiago no contradijo las palabras inspiradas de Pablo.
Pero parece que en el siglo primero algunos se estaban erigiendo en maestros sin satisfacer los requisitos ni ser nombrados para ello. Probablemente pensaban que era un cargo prestigioso y anhelaban gloria para sí mismos. (Compárese con Marcos 12:38-40; 1 Timoteo 5:17.) El apóstol Juan mencionó a Diótrefes, a quien ‘le gustaba tener el primer lugar y no recibía nada de él con respeto’. (3 Juan 9.) En 1 Timoteo 1:7 se habla de algunos hombres que ‘querían ser maestros de ley, pero no percibían ni las cosas que decían ni las cosas acerca de las cuales hacían vigorosas afirmaciones’. Las palabras de Santiago 3:1 son muy apropiadas para los hombres que anhelan ser maestros, pero tienen motivos impropios. Tales hombres podrían dañar gravemente al rebaño y, en consecuencia, recibir un juicio más severo. (Romanos 2:17-21; 14:12.)
Santiago 3:1 constituye, además, un buen recordatorio para aquellos que satisfacen los requisitos y sirven de maestros. Puesto que se les ha encomendado mucho, mucho se les exigirá. (Lucas 12:48.) Jesús dijo: “De todo dicho ocioso que hablen los hombres rendirán cuenta en el Día del Juicio”. (Mateo 12:36.) Lo que dijo es particularmente cierto en el caso de aquellos cuyas palabras tienen más peso: los ancianos nombrados.
Los ancianos rendirán cuenta de su trato a las ovejas de Jehová. (Hebreos 13:17.) Sus palabras repercuten en la vida de los demás. Por consiguiente, el que es anciano ha de cuidarse de expresar sus opiniones y de maltratar a las ovejas, como hacían los fariseos. Debe esforzarse por mostrar el amor profundo que manifestó Jesús. Siempre que enseñe, y sobre todo cuando atienda asuntos judiciales, tiene que medir sus palabras, y no debe hablar con ligereza ni expresar meras ideas personales. Si se apoya firmemente en Jehová, en su Palabra y en las directrices de Su organización, el pastor recibirá abundantes bendiciones divinas en vez de “un juicio más severo”.
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