viernes, 27 de mayo de 2011

Hemos recibido varias preguntas en cuanto a los detalles de la celebración de la cena del Señor. En respuesta presentamos lo siguiente:

Para los cristianos verdaderos la celebración anual de la cena del Señor es un acontecimiento significativo. Es tanto serio como gozoso. No obstante, no hay formalismo ritualista ni misticismo acerca de ello. Cuando uno lee los relatos bíblicos de lo que se hizo cuando instituyó Jesús la celebración, uno halla una simplicidad y una dignidad que son apropiadas.—Mat. 26:26-30; Luc. 22:19, 20; 1 Cor. 11:23-26.

Básicamente, hoy la celebración sigue esta forma: Como se acostumbra con las reuniones de los testigos de Jehová, el programa principia con cántico y oración. Entonces el orador explica con las Escrituras el significado de la ocasión y los emblemas teniendo presente a su auditorio. Se hace una oración breve y sencilla sobre el pan, y ése se pasa entre el auditorio. Luego se hace una oración breve sobre el vino, y ése se pasa. Se hacen comentarios apropiados de conclusión, y la reunión termina con cántico y oración.

Puesto que ésta especialmente es una reunión en la que participan los cristianos ungidos con espíritu, los cristianos varones que tienen esta esperanza celestial a menudo presentan el discurso, aunque los de las “otras ovejas” pueden pronunciarlo. A veces ungidos ancianos que no pueden pronunciar el discurso pueden hacer una de las oraciones. Pero tales asuntos se pueden determinar localmente según las circunstancias y las capacidades de los que están envueltos.

No hay por qué cubrir el pan y el vino y luego descubrirlos cuando los van a pasar. En sí no son “santos,” sino solo símbolos. Deben estar en una mesa limpia y presentable cerca del orador o convenientes para los que los pasarán. Y se devuelven a la mesa cuando se ha terminado de servirlos.

En cuanto a los emblemas mismos, primero consideremos el pan. Al instituir la celebración de la Pascua, Jehová mandó que los judíos usaran “tortas no fermentadas.” (Éxo. 12:8) Y tomando en consideración que eran “pan de aflicción,” estas tortas sin levadura difícilmente tendrían sal o condimento para hacerlas más sabrosas. (Deu. 16:3) Jesús utilizó este tipo de pan sin levadura cuando estableció la cena en conmemoración de su muerte. Hoy algunos matzos judíos se hacen de solo harina de trigo y agua, y los cristianos pueden usar éstos en la celebración del Memorial. Pero no usaríamos matzos con ingredientes añadidos, como sal, azúcar, malta, huevos, cebollas, etc.

Algunos Testigos han preferido hacer una cantidad pequeña de pan sin levadura usando harina y agua. Esto se puede hacer como sigue: Mezcle una taza y media de harina (de trigo entero) con una taza de agua, haciendo una masa húmeda. En una superficie plana bien espolvoreada con harina, extienda con un rodillo la masa hasta que quede de unos dos milímetros de grueso, o tan delgada como sea posible. Coloque ésta en una tartera o lámina para hornear galletas, poniéndole aceite para que no se pegue la masa. Haga hoyitos generosamente con un tenedor en la masa y déle la forma de un pan plano, al estilo del Oriente Medio.

Hornéela en un horno a 350 grados Fahrenheit (177 grados C.) hasta que quede seca y quebradiza.
En cuanto al vino, Jesús utilizó vino verdadero, no jugo de uva sin fermentar. (Vea ¡Despertad! del 22 de julio de 1960, página 22.) El vino tinto de uva sería un símbolo apropiado de la sangre derramada de Jesús. Algunos vinos tintos son fortificados con aguardiente o licores espirituosos o se les añaden especias y hierbas. Por eso vinos como jerez, oporto, Marsala, Málaga, Madeira, moscatel, vermut y Dubonnet no serían adecuados con este propósito. La sangre de Cristo bastó sin aditamentos; el vino que se use debe ser simplemente vino tinto sin endulzar. Vinos como Chianti, Borgoña, clarete, cabernet y zinfandel se podrían usar, así como el vino tinto de hechura casera, sin endulzar.

En la institución de esta celebración Cristo invitó a sus discípulos fieles a beber de una copa común. (Mat. 26:27) Hoy, debido a que hay millares de congregaciones de testigos de Jehová que llevan a cabo la celebración en la misma noche, una sola copa simplemente no se podría usar para todos. Pero se mantiene el principio haciendo que la copa o copas (en congregaciones grandes se podrían usar varias para que se pueda servir a todos en una cantidad razonable de tiempo) se pasen entre el auditorio. No es preciso que la copa sea de algún diseño específico. Según lo que esté disponible localmente, puede reflejar el honor y la dignidad del acontecimiento. Sería mejor no llenar la copa tanto que haya peligro innecesario de que se derrame cuando se pase.

Después que se hace una breve oración sobre el pan, los escogidos para hacerlo pueden pasarlo entre el auditorio. Parece que Jesús partió el pan, evidentemente en dos partes, para dar algo de éste a los que estaban reclinándose a ambos lados de él, porque solo se utilizó un pan. (Mat. 26:26) Pero no es menester que el orador rompa el pan antes de que se pase. Probablemente se pase en un plato o platos, y si alguno que está presente es de los ungidos, él o ella puede tomar o romper un pedacito. Los hombres que sirven los emblemas deben tener oportunidad de participar si son de los ungidos, y, naturalmente, el orador debe tener la oportunidad de participar. El servir el vino procede de la misma manera ordenada que el servir el pan.
En caso de que un cristiano ungido estuviese enfermizo y no pudiera asistir, un varón cristiano maduro podría llevarle una porción individual del pan y el vino a esa persona esa misma noche antes de salir el Sol.

Dependiendo de las circunstancias, se pueden hacer algunos comentarios adecuados y luego se pueden presentar los emblemas después de las oraciones. Como se permitía bajo la Ley tocante a la Pascua, en un caso extremado en que un ungido no pudiera observar el Memorial el 14 de Nisán, podría celebrarlo treinta días después.—Núm. 9:9-14.
Puesto que los emblemas en sí no son sagrados, después de terminarse la celebración en el Salón del Reino y despedirse la reunión, se pueden llevar el pan y el vino a casa y usarse en alguna otra ocasión como alimento normal.

La importancia de esta celebración por lo general resulta en que muchos nuevos vengan al Salón del Reino. Por consiguiente hay oportunidad de compañerismo agradable y edificante antes y después de la reunión. En lugares donde varias congregaciones utilizan el mismo salón, los responsables de los arreglos tratarán de suministrar oportunidad para este compañerismo. A veces tales congregaciones comparten el gasto de alquilar un salón separado para una de las congregaciones para que todos puedan reunirse a una hora razonable, se pasen los emblemas después de la puesta del Sol, y al mismo tiempo no haya demasiado apresuramiento.

A menudo, al llegar a casa después de esta reunión, la familia de testigos de Jehová emplea tiempo considerando el significado del Memorial. Esta consideración calmada de la celebración y los relatos bíblicos de cuando fue instituida pueden tener un efecto excelente como conclusión del acontecimiento significativo y feliz.

Dado que soy una persona que está estudiando la Biblia con los testigos de Jehová, me intereso en agradar a Dios. Hace diecisiete años mi esposo me abandonó, y no he sabido nada de él desde entonces. Es posible que él haya muerto ya. ¿Estoy libre para volverme a casar?

Nos da gusto que las personas que estudian la Palabra de Dios expresen interés genuino en agradar a Jehová. A fin de que una persona haga esto es importante que reconozca su Palabra inspirada y viva en armonía con ella.

La Biblia dice que la muerte disuelve el matrimonio. Hablando acerca de la esposa cristiana, el apóstol Pablo comentó: “Si su esposo se durmiera en la muerte, está libre para casarse con quien quiera, pero en el Señor.” (1 Cor. 7:39; Rom. 7:2) Lo mismo aplicaría si la esposa muriera; el esposo estaría libre para volverse a casar.
En el caso de que se trata, aparentemente no hay evidencia concreta de que el esposo haya muerto. Por eso todavía subsiste el matrimonio legal. Sería tanto ilegal como inmoral el que la esposa se volviera a casar simplemente porque le pareciera que su esposo ha muerto.

Sin embargo, en muchos países hay leyes en el sentido de que si un adulto se ha ausentado y no se ha sabido de él por un período de años puede ser declarado muerto jurídicamente. El tomo 17 de la obra jurídica Corpus Juris declara: “En la ley no escrita basada en costumbres la regla era que una presunción de muerte surgía debido a una ausencia no explicada de siete años, . . . aunque en unas cuantas jurisdicciones se ha prescrito mediante estatuto un período más corto.” (Páginas 1167, 1168) Pero una persona no puede asumir que, simplemente por haber pasado el tiempo designado, él o ella está libre para volver a casarse. Tienen que darse pasos legales. Este libro jurídico continúa: “La presunción de muerte de una persona no surge debido al simple hecho de su ausencia sin explicación a menos que se hayan hecho esfuerzos diligentes por hallarla.”—Página 1171.

Exactamente qué acción jurídica se requiere es cosa que tendría que determinarse localmente. Los “esfuerzos diligentes” pudieran incluir el ponerse en comunicación con todos los parientes y amigos que se pudiera pensar que hayan tenido información de parte del ausente o acerca de él, preguntar en sus residencias y lugares de empleo anteriores y poner un aviso público en un periódico. Si una búsqueda completa no produce nada que indique que el ausente está vivo, el tribunal pudiera declararlo muerto. Antes de que tenga lugar eso la esposa no estaría legalmente libre para volver a casarse.

Si todo esfuerzo razonable y posible por hallar al esposo ha resultado infructuoso y jurídicamente él ha sido declarado muerto, la esposa tiene que decidir qué hacer. Si honradamente cree que él está muerto y ella quiere volver a casarse, tiene que estar dispuesta a asumir la responsabilidad ante Dios, quien sabe todos los hechos y motivos envueltos.—Gál. 6:5; Heb. 4:13.

Esta es una decisión seria debido a que el cónyuge ausente, que jurídicamente haya sido declarado muerto, pudiera aparecer de nuevo. ¿Entonces qué sucedería? Corpus Juris indica lo que aplica en muchos lugares: “Cuando la presunción [de muerte] sea refutada por los hechos que demuestren que el ausente está vivo, el matrimonio intentado queda nulo ab initio [desde el principio].” (Tomo 38, página 1296) La mujer tendría que separarse del segundo hombre y rectificar el asunto.

Aunque tal reaparición pudiera parecer improbable, estas cosas sí suceden. Una señora del estado de Nueva Jersey fue abandonada por su esposo en 1924. En 1943 un tribunal lo declaró muerto. Dos años más tarde ella se volvió a casar. Con el tiempo ella se hizo cristiana. Luego treinta y seis años después que su esposo la había abandonado ella se enteró de que él recientemente había estado viviendo en una población a unos cincuenta y seis kilómetros de donde ella vivía. Así que su segundo matrimonio quedó nulo y ella tuvo que separarse del segundo hombre, con quien ella pensaba que estaba casada, y tuvo que rectificar jurídicamente todo el asunto.

Entonces, tocante al caso que se considera, podemos decir: La falta de información acerca del esposo no impediría que la esposa llegara a ser Testigo. Si con el tiempo ella pudiera demostrar a satisfacción de los representantes de la congregación cristiana que todos los esfuerzos por probar que él está vivo no han dado resultado y que hay buena razón para creer que él está muerto, y jurídicamente se le ha declarado muerto, ellos permitirían que ella asumiera la responsabilidad de decidir el volverse a casar, “pero en el Señor.” (1 Cor. 7:39) Ella debe recordar que éste es un asunto muy serio, no uno que deba decidirse apresuradamente ni considerarse a la ligera. El cristiano o la cristiana que se case bajo estas circunstancias tendrá que asumir la responsabilidad delante de Jehová, quien “juzga imparcialmente según la obra de cada cual.”—1 Ped. 1:17; Heb. 13:4.

¿Qué es el pecado imperdonable?

La clase de pecado al que se hace referencia en la Biblia como imperdonable no es simplemente una categoría como el robar, el mentir o la inmoralidad sexual. Sin embargo, estas cosas son serias y pueden envolver el pecado imperdonable. (Rev. 21:8) Pero el pecado imperdonable es pecado deliberado contra la operación manifiesta del espíritu de Dios. Brota de un corazón que está alejado cabalmente y para siempre de Dios.

Los caudillos religiosos judíos que vinieron a Galilea para ver y oír a Jesucristo en una ocasión, y habían entrado en consejo en cuanto a cómo podían destruirlo. (Mat. 12:14) En Galilea vieron que Jesús había curado a un hombre que no podía hablar, que estaba ciego y poseído de los demonios. En vez de reconocer el hecho obvio de que Jesús estaba ejecutando milagros por medio de espíritu santo de Dios, los fariseos maliciosamente lo acusaron de hacerlo por medio del poder de Satanás. Después de mostrar cuán equivocados estaban, Jesús dijo:
“Toda suerte de pecado y blasfemia será perdonada a los hombres, pero la blasfemia contra el espíritu no será perdonada. Por ejemplo, a cualquiera que hable una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero a cualquiera que hable contra el espíritu santo, no le será perdonado, no, ni en este sistema de cosas ni en el venidero.”—Mat. 12:31, 32; Mar. 3:28, 29; Luc. 12:10.

En lo que tocaba a estos caudillos religiosos no se trataba simplemente de no estar convencidos por las enseñanzas y obras de Cristo. La gente de Corazín y Betsaida había estado tan preocupada con su modo de vivir que no había aceptado a Jesús ni se había arrepentido; sin embargo, parece evidente que se beneficiarán de la misericordia de Dios y tendrán una resurrección y una oportunidad futura de aprender el camino de la justicia. (Mat. 11:20-24) Tampoco puede decirse que en el caso de los fariseos fue asunto de que blasfemaran y se opusieran a los adoradores verdaderos porque ignoraban la voluntad de Dios. Saulo de Tarso sí había sido tal clase de hombre, pero se le mostró misericordia y fue perdonado. (1 Tim. 1:13-16) Más bien, estos caudillos religiosos tenían el corazón podrido hasta lo más recóndito, y Jesús lo sabía.

Diferente de lo que sucedía en el caso de la gente común, tenían considerable conocimiento de la Palabra de Dios. Ahora habían visto una demostración evidente del espíritu de Dios. Sin embargo, rechazaron completamente lo que se había efectuado por espíritu de Jehová y con blasfemia atribuyeron los milagros de Jesús al poder de Satanás. ¿Hasta qué grado puede llegar una persona en su maldad?
¿Fue serio el pecado de ellos? Jesús, “conociendo sus pensamientos,” se dio cuenta de que deliberadamente —con los ojos bien abiertos a los hechos— estaban pecando contra el conocimiento de la operación del espíritu santo. Indicó que eran ‘culpables de pecado eterno.’ (Mat. 12:25; Mar. 3:29) Debido al contexto de esas palabras, y tomando en cuenta el hecho de que más tarde Jesús dijo que muchos líderes religiosos de aquel tiempo iban rumbo a la destrucción eterna en el Gehena, parece que habían cometido el pecado imperdonable. (Mat. 23:15, 33) Su pecado era imperdonable, no debido a que Jehová no sea un Dios dispuesto a perdonar, sino a que estaban más allá del arrepentimiento y más allá de la posibilidad de ser recuperados. Su pecado los dejaba en infidelidad total en cuanto a la adoración verdadera de Jehová. Aun en el sistema de cosas venidero, una persona culpable de tal pecado no podría ser perdonada.

¿Podría uno pecar contra el espíritu santo hoy día, y en consecuencia estar más allá de ser perdonado? Sí, eso es posible. Una persona podría llegar a estar corrompida tan desesperadamente en la mente y el corazón que llevara el pecado al punto de pecar contra el espíritu. Y no es preciso que el individuo sea cristiano ungido con espíritu para hacerlo. Recuerde que aquellos fariseos no eran cristianos ungidos y no obstante cometieron el pecado imperdonable.

¿Cómo sabría uno si se ha cometido el pecado imperdonable?
Esta clase de pecado está relacionada con lo que leemos en Hebreos 10:26: “Si practicamos el pecado voluntariosamente después de haber recibido el conocimiento exacto de la verdad, no queda ya sacrificio alguno por los pecados.” De modo que hay acción deliberada o voluntariosa en cuanto a esta clase de pecado. La persona peca con insensibilidad, plenamente consciente del hecho de que se opone directamente a la operación del espíritu de Dios y Sus leyes justas. Además, todos somos pecaminosos y necesitamos el sacrificio de rescate de Cristo para obtener perdón. Mas “no queda ya sacrificio alguno por los pecados” para aquel que sabe eso y “que ha pisoteado al Hijo de Dios y que ha estimado como de valor ordinario la sangre” que él derramó. Ése “ha ultrajado con desdén el espíritu de bondad inmerecida.” (Heb. 10:29) Jamás se arrepentirá ni buscará humildemente el perdón de Dios por su pecado y rechazamiento del rescate de Cristo. Está más allá de arrepentirse.

Pero hay que recordar un punto importante: En el caso de Jesús, él sabía los pensamientos más recónditos y la condición de corazón de los judíos y por eso pudo estar seguro de que habían pecado contra el espíritu santo. Hoy los humanos imperfectos no podemos leer los corazones como Jehová y Jesús pueden hacerlo, de modo que no podemos determinar cuándo alguien ha llevado el pecado al punto de haber pecado contra el espíritu. (Mat. 12:25; Heb. 4:13) Eso le toca a Dios determinarlo.

Aun el hecho de que una persona haya sido expulsada de la congregación cristiana no quiere decir necesariamente que haya cometido el pecado imperdonable. Más tarde puede arrepentirse. En la congregación corintia primitiva un cristiano ungido tuvo que ser expulsado debido a su inmoralidad y falta de evidencia de arrepentimiento. No obstante, es evidente que aquel hombre más tarde fue restablecido en la congregación, lo cual muestra que él no había pecado contra el espíritu santo.—1 Cor. 5:1-5; 2 Cor. 2:6-8.
Sin embargo, el simple hecho de que es posible pecar contra el espíritu santo debe hacer que estemos alerta. Siendo criaturas imperfectas, inconscientemente pecamos diariamente. Si uno está herido en el corazón y verdaderamente arrepentido a causa de sus pecados, entonces eso es evidencia de que no ha cometido el pecado imperdonable. ¡Cuán importante es, entonces, mantener un espíritu humilde, reconociendo nuestros errores y procurando el perdón de Dios! (1 Juan 1:9; Miq. 7:18) Y reconociendo que destrucción eterna es lo que les tocará a los que son ‘culpables de pecado eterno,’ el pecado contra el espíritu santo, debemos esforzarnos por evitar hacer del pecado un hábito o negar la evidente operación del espíritu de Dios.

¿Qué se da a entender, en Juan 7:39, cuando se dice: “porque aún no había espíritu”?

Esencialmente quiere decir que ninguno de los discípulos de Cristo había sido ungido aún con espíritu santo y llamado a la vida celestial.

Aproximadamente medio año antes de su muerte Jesús dijo: “Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que pone fe en mí, así como ha dicho la Escritura: ‘De su parte más interior fluirán corrientes de agua viva.’” Entonces el relato inspirado sigue diciendo: “Sin embargo, dijo esto respecto al espíritu que estaban para recibir los que ponían fe en él; porque aún no había espíritu, por cuanto Jesús todavía no había sido glorificado.”—Juan 7:37-39.

Claramente Jesús no quiso decir que la fuerza activa o espíritu santo de Dios no había existido antes de esa ocasión, el tiempo de la fiesta de los tabernáculos en 32 E.C. Él y sus oyentes sabían que Dios por largo tiempo había usado su espíritu santo. (Gén. 1:2; 2 Sam. 23:2; Hech. 28:25) El espíritu de Dios descansó en siervos fieles como Otniel, Jefté y Sansón. (Jue. 3:9, 10; 11:29; 15:14) Pero había una manera en la cual el espíritu todavía no había sido utilizado con relación a humanos imperfectos. A ninguno de esos siervos fieles se le había llamado, por medio del espíritu, a la vida celestial.

Durante la fiesta de los tabernáculos un sacerdote judío descendía al estanque de Siloam en Jerusalén y subía un vaso dorado de agua al templo. Probablemente basándose en esta práctica, Jesús dijo que algo más refrescante e importante habría de venir. Y esa “agua viva” futura de alguna manera estaría enlazada con el hecho de que sus seguidores recibirían espíritu de Dios.

La noche antes de morir Jesús les dijo a sus apóstoles que les enviaría el espíritu santo de la verdad, el cual les haría recordar todas las cosas que les había dicho. (Juan 14:16, 17, 26) ¿Significa eso que no tenían nada del espíritu en ese entonces? No, pues por medio del espíritu habían podido efectuar curaciones milagrosas en conexión con su enseñanza. (Mat. 10:5-8) Y debido a ese espíritu entendían muchas cosas espirituales que Jesús enseñaba. Pero debido a que todavía no habían recibido la unción con espíritu de que Jesús habló en Juan 7:39, una entera sección de sus enseñanzas todavía estaba más allá de su entendimiento. Por ejemplo, no discernían que Cristo sería levantado de entre los muertos a vida de espíritu al tercer día, ni que su reino habría de estar en el cielo. (Juan 20:9; Hech. 1:6) Se comprende esto, puesto que la idea de que humanos llegaran a ser criaturas espíritus y vivieran en el cielo era ajena a su modo de pensar. Una vez que ellos mismos fueron ungidos con espíritu y recibieron la esperanza celestial, pudieron entender el significado de lo que Cristo había dicho sobre tales cosas.

Aun cuando Jesús se les apareció a sus apóstoles después de su resurrección “no había espíritu” en el sentido que quiso decir en Juan 7:39. El Cristo resucitado les prometió: “Recibirán poder cuando el espíritu santo llegue sobre ustedes, y serán testigos de mí.” (Hech. 1:8) Ya habían sido testigos de Jesús como el Mesías, pero no habían dado testimonio en cuanto a su regir en el cielo como criatura espíritu junto con asociados espíritus que anteriormente hubieran sido humanos.

Finalmente, en el Pentecostés de 33 E.C. Jesús derramó sobre sus seguidores el espíritu santo que él, como espíritu glorificado, había recibido de Jehová. (Hech. 2:4, 33) Esta fue la primera vez que a humanos imperfectos se les había dado la esperanza de vida de espíritu en el cielo. Por tener esta unción, los cristianos pudieron entender el significado de las muchas cosas que Jesús les había dicho. También, tenían un trabajo que hacer.

Esos cristianos ungidos habrían de ser “testigos” acerca de Jesús en un nuevo sentido. Ahora tenían el ‘espíritu santo, que era una prenda anticipada de su herencia’ en el cielo. (Efe. 1:13, 14) Con su predicación acerca del reino celestial, ‘de su parte más interior fluían corrientes de agua viva,’ porque las aguas de verdad dadora de vida que compartían podían llevar a vida eterna. Y la seguridad de eso no estaba distante; la llamada a la vida celestial estaba disponible precisamente en aquel tiempo. En aquel mismo día tres mil almas se aprovecharon de aquella “agua viva,” se bautizaron y recibieron el “don gratuito del espíritu santo.”—Hech. 2:38-42.

Y Jehová ha continuado usando a tales cristianos ungidos. Por medio de ellos ha provisto entendimiento de sus propósitos, incluso la perspectiva de que humanos de esta generación que ejercen fe en Cristo sobrevivan al fin de este inicuo sistema y vivan para siempre en una Tierra paradisíaca. ¡Cuán veraces han sido las palabras de Jesús de Juan 7:38, 39 en cuanto a la unción con espíritu santo y el “agua viva” que fluye por medio de los cristianos llamados a la vida en el cielo!

¿Por qué dice la Traducción del Nuevo Mundo “epilépticos” en Mateo 4:24, mientras que algunas traducciones dicen “lunáticos”?

En la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras este versículo dice: “Y el informe acerca de él salió a toda la Siria; y le trajeron todos los que se hallaban mal, los afligidos de diversas dolencias y tormentos, los endemoniados y epilépticos y paralíticos, y los curó.”—Mat. 4:24.

La palabra griega que se traduce “epilépticos” en Mateo 4:24 y 17:15 es seleniazomai, que significa literalmente “herido por la Luna.” Muchas traducciones más antiguas de la Biblia han usado la palabra correspondiente “lunáticos,” de la palabra latina luna. Sin embargo, ¿transmite adecuadamente el significado correcto “lunáticos”? No, no lo transmite, pues los doctos concuerdan en general en que la enfermedad que se da a entender no es enajenación mental o locura, sino más bien la enfermedad crónica del sistema nervioso central que ahora se llama epilepsia Y el uso de esta palabra griega en literatura no bíblica antigua confirma este entendimiento.

En un tiempo la gente creía que “los ataques epilépticos supuestamente correspondían a las fases de la Luna.” (Word Pictures in the New Testament, por A. T. Robertson, tomo 1, pág. 37) El que ese pensamiento haya estado en boga cuando Mateo escribió su Evangelio o no, no se sabe. Sin embargo, el que él haya usado este término griego común no significa que haya pensado que la Luna causaba o empeoraba la epilepsia, así como hoy la gente no cree que la Luna causa locura cuando usa las palabras “alunado” y “lunático.”

Tomando en cuenta el significado de la palabra griega envuelta, muchas traducciones modernas usan “epilépticos” en Mateo 4:24 o en una nota al pie de la página. (Note la Biblia de Jerusalén en francés, español e inglés.) Así, el modo en que la Traducción del Nuevo Mundo vierte Mateo 4:24 refleja interés en transmitir en habla moderna el significado exacto de la Biblia.

● He oído decir que Moisés recibió la Ley en el día del Pentecostés. ¿Cómo podría haber sido eso, puesto que Éxodo 19:1 dice que los israelitas llegaron a Sinaí al tercer mes después de haber salido de Egipto?—D. S., EE. UU.

La tradición judía identifica de manera muy clara la fiesta del Pentecostés o Shabuóth con la ocasión en que Moisés recibió los Diez Mandamientos. Por ejemplo, leemos: “En el ciclo de memoria histórica judía, Shabuoth es el día del encuentro en Sinaí, cuando Dios se reveló a Moisés y al pueblo judío. Se oyó la Voz que habló los Diez Mandamientos.” (Judaism, rabino A. Hertzberg, redactor, página 118, 1961; vea también The New Jewish Encyclopedia de 1962, página 442.) La Biblia no dice específicamente que esto fue así. Sin embargo, al examinar lo que la Biblia sí dice, podemos ver que la información que presenta deja lugar para esta posibilidad.

La Pascua judía era el 14 de Nisán. Según las fiestas judías, el 15 de Nisán era sábado, y el 16 de Nisán se presentaban las primicias de la cosecha de cebada. Cincuenta días después, el 6 de Siván, los judíos celebraban la fiesta de las semanas, que también se llamaba Pentecostés. Puesto que los meses judíos eran de veintinueve y treinta días, pudiera parecer que el tercer mes después de haber salido de Egipto estaba más allá del tiempo del Pentecostés.—Lev. 23:4-17.

Pero examinemos Éxodo 19:1. Dice: “Al tercer mes después de haber salido los hijos de Israel de la tierra de Egipto, el mismo día, entraron en el desierto de Sinaí.” Note que no dice: ‘tres meses después’ que los israelitas salieron de Egipto, lo cual sería tres meses completos o alrededor de noventa días. Más bien, se incluirían partes de meses. La Pascua cae en el mes judío de Nisán (30 días). El siguiente mes es Iyar (29 días), seguido de Siván (30 días). Los judíos salieron de Egipto en Nisán, de modo que en Siván sería “al tercer mes después” de haber salido. Pero, ¿exactamente cuándo comenzó Moisés a recibir la Ley? ¿Podría ese tiempo corresponder a la fecha establecida más tarde para la celebración de la fiesta de las semanas, o Pentecostés?

Aunque los doctos no están unánimes sobre el punto, es creencia general que se da a entender el 1 de Siván por el comentario: “Al tercer mes . . . el mismo día.” Por ejemplo, el famoso comentarista judío Rashi escribió: “EL MISMO (literalmente, este) DÍA... el día de la Luna Nueva,” que sería el primero del mes. El profesor James G. Murphy escribió: “Ya que el término que se utiliza aquí denota el nuevo mes, y se indica un día preciso, ‘este día,’ podemos llegar a la conclusión segura de que se da a entender el día primero del mes.”
Antes Dios le había dicho a Moisés que adoraría en el monte Sinaí; por eso después que el pueblo acampó, “subió Moisés al Dios verdadero.” (Éxo. 3:12; 19:2, 3) Si el punto de vista expresado antes acerca de Éxodo 19:1 es correcto, esto pudo haber acontecido el 2 ó 3 de Siván. Moisés recibió un mensaje de Jehová.

Enseguida llevó éste al pueblo y ellos concordaron en hacer todo lo que Dios había dicho. Finalmente, Moisés llevó las palabras del pueblo de regreso a Jehová, posiblemente el 4 de Siván. Dios le dijo a Moisés que santificara al pueblo “hoy y mañana” y “tienen que hallarse listos para el tercer día,” el cual pudiera ser el 6 de Siván.—Éxo. 19:10, 11.
En consecuencia, cuando al “tercer día” Dios dio los Diez Mandamientos, las leyes fundamentales del pacto de la Ley, eso muy bien podría corresponder exactamente con la fecha en la cual se celebró más tarde el Pentecostés.

Pudiéramos agregar que ciertas costumbres judías envuelven la creencia de que la ocasión en que se dio la Ley corresponde a la fecha del Pentecostés. Algunos judíos adornan sus casas con flores en el Pentecostés, con el propósito declarado de dar testimonio de su gozo debido a poseer la Ley. Y, según The Jewish Encyclopedia, “una costumbre popular en el Pentecostés es comer derivados de la leche y tortas de queso en honor de la Ley, que se asemeja a ‘leche y miel.’”

Si Jehová prohíbe la idolatría, ¿por qué no castigó a Aarón por hacer el becerro de oro?

Como narra el capítulo 32 de Éxodo, Aarón fabricó un becerro de oro, violando así la ley contra la idolatría (Éxo. 20:3-5). Como consecuencia, “Jehová se enojó mucho hasta el punto de querer aniquilarlo”. No obstante, Moisés intercedió por su hermano (Deu. 9:19, 20). ¿Se cumplió en este caso el principio de que “el ruego del hombre justo [...] tiene mucho vigor”? (Sant. 5:16.) Sí. Todo indica que Jehová se abstuvo de castigar a Aarón gracias a las súplicas de Moisés. Pero parece que hubo al menos otras dos razones.

La primera es la extraordinaria fidelidad que había demostrado Aarón hasta ese momento. Cuando Jehová ordenó a Moisés que fuera a ver al faraón y sacara a su pueblo de Egipto, lo mandó a él como su acompañante y vocero (Éxo. 4:10-16). Ambos obedecieron las instrucciones divinas y se presentaron en repetidas ocasiones ante el rey, quien los trató con dureza debido a la terquedad de su corazón. De modo que cuando salió de Egipto, Aarón ya había demostrado constancia y lealtad a Dios (Éxo. 4:21).

La segunda razón que hay que tener en cuenta son las circunstancias que condujeron a que fabricara el becerro de oro. Recordemos que Moisés llevaba cuarenta días en el monte Sinaí. Cuando “el pueblo llegó a ver que [...] tardaba mucho en bajar de la montaña”, presionaron a su hermano para que les hiciera un ídolo, y este terminó accediendo a sus deseos (Éxo. 32:1-6). No obstante, lo que hizo después da a entender que su corazón rechazaba las acciones de aquellos idólatras y que solo había cedido a la presión. Cuando Moisés intervino para cortar de raíz la rebelión, todos los hijos de Leví —entre ellos Aarón— se pusieron de parte de Jehová. Al final fueron ejecutados los principales responsables de la rebelión: un total de tres mil israelitas (Éxo. 32:25-29).

Más tarde, Moisés les dijo a los israelitas: “Ustedes han pecado con un gran pecado” (Éxo. 32:30). De modo que Aarón no fue el único culpable. Y tanto él como el pueblo se beneficiaron de la gran misericordia de Jehová.

Después de aquel incidente, Jehová le ordenó a Moisés que estableciera a Aarón como sumo sacerdote: “[Lo] tienes que vestir [...] con las prendas de vestir santas y ungirlo y santificarlo, y así tendrá que hacerme trabajo de sacerdote” (Éxo. 40:12, 13). Está claro que le había perdonado su debilidad, pues en el fondo, Aarón era un leal defensor de la adoración pura, y no un idólatra rebelde.

Aprenda a afrontar LAS INJUSTICIAS

¿QUIÉN no ha sufrido algún tipo de injusticia en la vida? Aunque algunas injusticias sean fruto de la imaginación, otras son muy reales.
Ser víctimas de una injusticia nos causa dolor emocional y puede causarnos daño espiritual. Tal vez sintamos un fuerte deseo de corregir la situación. ¿Por qué? Una razón es que nuestro Creador, Jehová Dios, “con quien no hay injusticia”, nos ha dotado con un agudo sentido de la justicia (Deuteronomio 32:4Génesis 1:26). Sin embargo, habrá ocasiones en las que no se satisfaga dicho sentido. Dijo un sabio: “Yo mismo regresé para poder ver todos los actos de opresión que se están haciendo bajo el sol, y, ¡mira!, las lágrimas de aquellos a quienes se oprimía, pero no tenían consolador; y de parte de sus opresores había poder, de modo que no tenían consolador” (Eclesiastés 4:1). ¿Cómo podemos, entonces, afrontar las injusticias?

¿Qué es realmente la injusticia?

La injusticia consiste en actuar de manera contraria a las normas de la equidad o la justicia. Pero ¿quién establece la norma de justicia para el hombre? Como es lógico, nuestro Creador, que es justo e inmutable, tiene todo el derecho a decidir lo que es justo y lo que es injusto. Desde su punto de vista, andar “en los estatutos mismos de vida” significa “no hacer injusticia” (Ezequiel 33:15). Por eso, cuando Jehová creó al primer hombre, le implantó una conciencia: una voz interior que le ayudaría a distinguir el bien del mal (Romanos 2:14, 15). Además, Jehová ha dejado escrito en su Palabra, la Biblia, qué es justo y qué no.
Ahora bien, ¿cómo deberíamos proceder si creemos que se nos ha tratado injustamente? Haríamos bien en analizar el asunto de manera objetiva para comprobar si realmente se cometió una injusticia. Considere, por ejemplo, la situación en la que se encontraba el profeta hebreo Jonás, a quien Jehová encomendó que advirtiera a los ninivitas del desastre que se avecinaba. En un principio, Jonás huyó sin cumplir su misión; pero finalmente fue a Nínive y proclamó su inminente destrucción. Al ver que los habitantes hicieron caso a su advertencia, Jehová decidió perdonarlos y preservar la ciudad. ¿Cómo se sintió el profeta? “A Jonás, [...] esto le desagradó sumamente, y llegó a estar enardecido de cólera.” (Jonás 4:1.) Pensó que Jehová estaba cometiendo una gran injusticia.
Es obvio que Jehová, quien puede leer el corazón y “es amador de justicia y derecho”, no estaba equivocado (Salmo 33:5). Jonás no tuvo otra alternativa que admitir que la decisión de Jehová estaba en armonía con su justicia perfecta. Cuando creamos que se ha cometido una injusticia con nosotros, preguntémonos: “¿Verá Jehová la situación de un modo diferente?”.

Cómo reaccionar ante las injusticias

La Biblia menciona múltiples ejemplos de personas que sufrieron injusticias. Podemos aprender mucho de ellas examinando cómo hicieron frente a sus dificultades. Analicemos el caso de José. Movidos por los celos, sus hermanos lo vendieron a unos mercaderes y llegó a ser esclavo en Egipto. Una vez allí, la esposa de su amo trató de seducirlo; como él la rechazó, lo acusó falsamente de haber intentado aprovecharse de ella. Aunque José acabó en prisión, su fe era más fuerte que los grilletes que sujetaban sus pies, y no permitió que la injusticia debilitara su espiritualidad ni su confianza en Jehová (Génesis 37:18-2839:4-20Salmo 105:17-19).
Cómo debió sentirse Nabot al enfrentarse a tan atroz injusticia?
Otra víctima de la injusticia fue Nabot, contra quien Jezabel, esposa del rey Acab de Israel, urdió un plan atroz. El rey se encaprichó con comprar el terreno que Nabot había heredado y que estaba junto al palacio; pero Jehová había prohibido a los israelitas vender a perpetuidad las herencias familiares, por lo que Nabot rechazó la oferta del rey (Levítico 25:23). Ante esto, la perversa reina buscó testigos falsos que acusaran a Nabot de blasfemia contra Dios y contra el rey. En consecuencia, Nabot y sus hijos fueron ejecutados. ¡Imagine cómo debió sentirse Nabot cuando la gente empezó a recoger piedras para lapidarlo! (1 Reyes 21:1-142 Reyes 9:26.)
No obstante, lo anterior palidece ante las injusticias que se ejecutaron contra Jesucristo. El perjurio y un juicio ilegal llevaron a que se le sentenciara a muerte. Al gobernador romano que participó en el proceso le faltó valor para defender lo que sabía que era justo (Juan 18:38-40). Sin duda, en el caso de Jesucristo, Satanás perpetró la mayor de las injusticias jamás cometida.
¿Indican estos ejemplos que Jehová es indiferente a la injusticia? ¡De ningún modo! Lo que ocurre es que no consideró aquellos sucesos desde la simple óptica humana (Isaías 55:8, 9). Pensemos en José. Gracias a que fue vendido como esclavo, pudo salvar a su familia, pues se había convertido en el administrador de alimentos de Egipto antes de que el hambre azotara la región. Si Jehová no hubiera permitido aquella injusticia, José no habría ido a prisión, ni habría interpretado los sueños de dos presos, ni tampoco uno de ellos le habría hablado de él al Faraón. Así fue como José llegó a ser el administrador de alimentos (Génesis 40:141:9-1445:4-8).
¿Y Nabot? Una vez más, trate de ver la situación desde el punto de vista de Jehová. Ya que Dios tiene el poder para resucitar a los muertos, para él era como si Nabot estuviera vivo, aunque su cuerpo yaciera inerte en el suelo (1 Reyes 21:19Lucas 20:37, 38). Nabot debe esperar el tiempo en que Jehová lo traiga de nuevo a la vida, y, puesto que los muertos están inconscientes, será como si solo hubiera pasado un instante (Eclesiastés 9:5). Además, Jehová vengó a Nabot cuando juzgó a Acab y su casa (2 Reyes 9:21242635, 3610:1-11Juan 5:28, 29).
En cuanto a Jesús, es verdad que murió; sin embargo, Dios lo resucitó y lo exaltó a una posición que está “muy por encima de todo gobierno y autoridad y poder y señorío, y de todo nombre que se nombra” (Efesios 1:20, 21). La injusticia maquinada por Satanás contra Jesucristo no impediría que Jehová recompensara a su Hijo por sus sufrimientos. Jesús confiaba en que Jehová podría haber revertido instantáneamente la injusticia de su arresto ilegal si hubiera querido; pero también sabía que su Padre tiene un tiempo para cumplir las Escrituras y para corregir todas las injusticias.
Es cierto que Satanás y sus representantes cometieron injusticias con personas rectas, pero Jehová finalmente ajustó cuentas y corrigió la situación de manera definitiva, y así lo hará también en el futuro. Por lo tanto, ante una injusticia, esperemos a que llegue el momento en que Dios la repare (Deuteronomio 25:16Romanos 12:17-19).

¿Por qué permite Jehová la injusticia?

Jehová tal vez tenga razones para no corregir cierta situación. Puede que, como parte de nuestra formación cristiana, permita que soportemos una injusticia. Claro está, ‘con cosas malas Dios no somete a prueba a nadie’ (Santiago 1:13). Aun así, tal vez decida no intervenir en determinada situación, aunque sin dejar de sustentar a quien esté dispuesto a aprender de la prueba. “Después que ustedes hayan sufrido por un poco de tiempo —nosasegura la Biblia—, el Dios de toda bondad inmerecida [...] terminará él mismo el entrenamiento de ustedes; él los hará firmes, él los hará fuertes.” (1 Pedro 5:10.)
Además, el hecho de que Jehová permita cierta injusticia da a los transgresores la oportunidad de arrepentirse. Tan solo unas semanas después de la ejecución de Jesús, algunos judíos que escucharon la amonestación de Pedro “se sintieron heridos en el corazón”. Aceptaron con entusiasmo la Palabra de Dios y se bautizaron (Hechos 2:36-42).
Por supuesto, no todos los que practican la injusticia se arrepentirán. Puede que algunos incluso se envalentonen y cometan actos de flagrante injusticia. Con todo, Proverbios 29:1 asegura: “Un hombre censurado repetidas veces, pero que hace dura su cerviz, de repente será quebrado, y eso sin curación”. No tenemos la menor duda: llegará el día en que Jehová tomará acción y exterminará a quienes persistan en su mala conducta (Eclesiastés 8:11-13).
Independientemente del tiempo que nos lleve recobrarnos de la injusticia, estamos seguros de que Jehová sabe cómo ayudarnos. Y está claro que corregirá toda injusticia que hayamos sufrido en este perverso sistema de cosas. Es más, nos ha prometido la recompensa final, a saber, vida eterna en un nuevo mundo en el que “la justicia habrá de morar” (2 Pedro 3:13).